Una noche
lluviosa en una ciudad desconocida, después de un cansado recorrido de casi diez
horas por tierra pasé frente a su casa sin saberlo. Despacio y muy atento de mi alrededor pude percibir el leve sonido de una
puerta que se abría, me acerqué cauteloso, nervioso y emocionado y pude ver su
linda y tan anhelada silueta que se asomaba por entre el marco de la puerta de
aquella casa. Mi corazón no dejaba de acelerarse, podía sentir como retumbaba
en mi pecho. Frente a su puerta finalmente me detuve. No sabía que decir, no
sabía qué hacer. Solo nos mirábamos sorprendidos, con los ojos vidriosos al
tener esa sensación de estar presenciando algo que no creías posible. Pasmado
bajo la lluvia decidí acercarme un poco más y con el corazón en la mano le dije: ¿qué no
estás feliz de verme? Venga un abrazo. –Baja la voz. Todos duermen. Me respondió.
Así empezó alguna historia amor.
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